El martes próximo casi doce millones de niños y jóvenes vuelven a los centros de enseñanza. El Papa confía en que no suplanta al Ministro Pedini con ingerencias indebidas, si envía un saludo muy cordial tanto a los profesores como a los estudiantes.
Los profesores italianos tienen en su historia casos clásicos de ejemplar amor y dedicación a la enseñanza. Giosuè Carducci era profesor universitario en Bolonia. Acudió a Florencia a unos actos conmemorativos. Un día por la tarde, fue a despedirse del ministro de Instrucción Pública. «No, no, dijo el ministro, quédese mañana también» « Excelencia, no me es posible. Mañana tengo clase en la universidad y los chicos me esperan» «Le dispenso yo». «Ud. puede dispensarme, pero yo no me dispenso» El profesor Carducci tenía de verdad un alto concepto tanto de la enseñanza como de los estudiantes. Era de la raza de los que dicen: «Para enseñar latín a John, no es suficiente saber latín es necesario también conocer a John y amarlo». E igualmente «Tanto vale la lección cuanto vale la preparación».
A los alumnos de enseñanza elemental quisiera recordarles a su amigo Pinocho: no el que un día faltó a clase para ir a ver las marionetas, sino el otro, el Pinocho que tomó gusto a la escuela hasta el punto de ser el primero en entrar y el último en salir de clase cada día durante todo el año escolar.
Pero mi saludo más afectuoso va a los alumnos de enseñanza media, sobre todo a los de cursos superiores. Estos no tienen sólo los problemas inmediatos del estudio, sino también en lontananza; los que se plantean una vez terminados los estudios. En Italia, a igual que en las otras naciones del mundo, hoy en día, las puertas se abren de par en par para los que quieren entrar en los centros de estudios medios y universitarios; pero una vez que han conseguido el diploma o el doctorado y salen de los centros de enseñanza, hay sólo posibilidades pequeñas, pequeñísimas, no encuentran trabajo y no pueden casarse. Son problemas que la sociedad de hoy debe estudiar seriamente y tratar de resolver.
También el Papa ha sido alumno de estos centros: escuela, liceo y universidad. Pero yo pensaba sólo en la juventud y en la parroquia. Nadie vino a decirme: «Tú llegarás a Papa» ¡Ay si me lo hubieran dicho! Si me lo hubieran dicho, habría estudiado más, me habría preparado. En cambio ahora soy viejo, ya no hay tiempo.
Pero vosotros, jóvenes queridos, que estudiáis, vosotros sois realmente jóvenes, vosotros tenéis tiempo para ello, tenéis la juventud, la salud, la memoria, la inteligencia: afanaos por sacar provecho de todas estas cosas. De vuestros centros de enseñanza saldrán los dirigentes del mañana; muchos de vosotros llegaréis a ser ministros, diputados, senadores, alcaldes, asesores, o bien ingenieros, médicos; ocuparéis puestos en la sociedad. Y hoy el que ocupa un puesto debe tener la competencia necesaria, hay que prepararse. El general Wellington, el que venció a Napoleón, quiso volver a Inglaterra a ver la academia militar donde había estudiado, donde se había preparado; y dijo a los cadetes: «Mirad, aquí se ganó la batalla de Waterloo». Lo mismo os digo a vosotros, queridos jóvenes: se os presentarán batallas en la vida a los 30, 40, 50 años, pero si queréis vencerlas, ahora es cuando hay que comenzar, ahora hay que prepararse y ahora hay que ser constantes en el estudio y en las clases.
Roguemos al Señor que ayude a los profesores, a los estudiantes y también a las familias que miran la enseñanza con el mismo interés e igual preocupación que el Papa.